Revisitando Sólheimar
Fue fundado en 1930 por Sesselja Sigmundsdóttir (1902-1974) una joven pedagoga apasionada de la naturaleza, los cultivos orgánicos y la salud de los discapacitados, que después de estudios de antroposofía en Suiza y Alemania adquirió un lote de terreno en un valle remoto y con el respaldo de su familia y amigos para establecer el Hogar del Sol, Sólheimar en islandés.
Como una idílica cooperativa sin barreras,
que hoy alberga un centenar de personas, muchas de ellas sin empleo, o antiguos
reclusos que viven en aislamiento emocional, inmersos en una intensa
religiosidad y poco preocupados del mundo más allá de sus invernaderos o las
praderas que rodean el lugar.
Igual que Jola, por ejemplo, una hippy polaca
de familia acomodada que llegó con su esposo y se divorció para cambiar su
estilo de vida, liberarse del alcoholismo y recuperar la felicidad.
Variadas son las actividades de una de las mayores biogranjas
del país, el único vivero forestal orgánico, dos casas de huéspedes que acogen
anualmente hasta 30 mil visitantes, una cafetería y media docena de talleres de
artesanía en cerámica y madera, tejidos y fabricación de velas y jabones; todas
ellas, al igual que la energía solar y eólica que mueve sus instalaciones,
dirigidas al objetivo de la autosuficiencia.
Robusto octogenario, Sólheimar es ahora un monumento a la tenacidad con que la joven profesora afrontó las críticas de quienes entonces rechazaban la cohabitación de niños sanos y enfermos y la dieta altamente vegetariana, dañina según alertaban para la salud de los pequeños, con el valiosísimo añadido del Centro Ambiental de Sesseljuhús que el gobierno islandés financió a principios de milenio en instalaciones basadas en materiales endógenos como la turba y la madera, apoyado por grupos locales e internacionales.
Varsovia, enero de 2025.
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